Están en todos los cócteles, eventos y banquetes, pero no han sido invitados. Se mueven con naturalidad, saludan y conocen la calidad de las viandas por su gran «callo» colándose en los hoteles y lugares de celebración.
Pero lo grave no es acudir donde no les invitan, lo grave es que comen con la boca abierta y, además, hablan excesivamente alto.
Y el problema, que con esto de la crisis, cada vez hay más.
Los comentarios están cerrados.