Crear un negocio implica tiempo y una serie de costes que requieren de un gran esfuerzo y paciencia. Sin embargo, cuando ya conseguimos poner en marcha nuestro proyecto empresarial nos adentramos en una segunda etapa en la que la constancia y la estabilidad tienen un gran peso. Se trata de una fase en la que esperamos comenzar a obtener unos beneficios más o menos aceptables, que nos sirvan al menos para suplir parte de los gastos que supuso la inversión inicial. Para ello es necesario que tengamos en cuenta diversos aspectos, que abarcan cuestiones sobre la situación actual y una hipotética situación futura. En esta fase, deberemos ser muy rigurosos y tratar temas organizativos y logísticos como por ejemplo cómo hacer el organigrama de una empresa comercial. De lo contrario, nuestro negocio aumenta al riesgo de verse abocado al fracaso, un panorama que no pasa desapercibido en el tejido empresarial español.
El panorama empresarial y emprendedor español
Si echamos un vistazo al panorama europeo e internacional, nos damos cuenta de que la esperanza de vida de las empresas españolas está por debajo de la media. Si la fase de arranque de un negocio es dura, la fase de crecimiento no lo es menos. Los expertos coinciden en que algunos de los factores que llevan al fracaso de una empresa son la falta de formación y de experiencia, sobre todo en negocios arriesgados. Si profundizamos en las cifras, nos encontramos con que el año pasado el cierre de sociedades alcanzó números nunca vistos: unas 28.750 bajaron la persiana. Además, es resaltable el hecho de que la proporción entre este número y el de empresas creadas alcanzó el 30%, cuando antes de la crisis económica era un tercio de la misma.
Consejos para fortalecer nuestra empresa
Esto nos hace pensar que uno de los puntos de mayor dificultad llega una vez creada nuestra empresa. Por ello, existen una serie de líneas en las que debemos focalizar nuestra atención, evitando una mala evolución de nuestro proyecto.
- Establecer objetivos: a medio y largo plazo. Este punto es crucial para saber en todo momento hacia qué dirección estamos tomando rumbo y por medio de qué decisiones. Por eso, tener claro los objetivos es la base de nuestro negocio. Esto no significa que no podamos ser flexibles, todo lo contrario. Tendremos que analizar las distintas vías para conseguirlos.
- Una organización clara y sólida: si cuando creamos una empresa lo normal es que intervengan directamente en ella solo un par de actores, con el paso del tiempo es probable que la familia empresarial crezca. Entonces, se vuelve completamente necesario una buena organización que nosotros mismos, conozcamos al dedillo. Para ello, podemos echar mano de organigramas y aplicaciones modernas, especialmente diseñadas para esto.
- Líneas rojas: es una manera de apelar al marco de acción en el que nos queremos mover. Pueden elaborarse por medio de estatutos o simplemente por medio de normas e implican tanto a los trabajadores como a las decisiones que tomemos dentro de la empresa. Pueden tratarse cuestiones que abarcan desde las contrataciones hasta los tipos de inversiones, entre otros.
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