Los hogares monoparentales son los que más crecen en España. Hoy, ya se contabilizan 1.964.900, un 3,6% más que el año pasado, lo que equivale al 11% del total de hogares en nuestro país. De ellos, el grueso (81%) está encabezado por la figura materna (1.591.200), frente a los 373.700 de hogares encabezados por el padre.
Un año más, la Fundación Adecco ha querido profundizar en esta realidad, elaborando el VI Informe #MonoMarentalidad y Empleo, para lo que se ha realizado una encuesta confidencial a 420 mujeres al frente de una familia monoparental. Exponemos las conclusiones a continuación.
“Monomarentalidad”, ¿sinónimo de pobreza?
En primer lugar, es muy significativo el elevado riesgo de pobreza al que hacen frente las familias monoparentales. De hecho, según el VI Informe El Estado de la Pobreza EAPN, alcanza a más de la mitad de estas familias (50,1%), una cifra que contrasta con el 28,6% general y que sitúa a las familias monoparentales a la cabeza de un ranking que nadie quisiera liderar.
En esta línea, “Save the children” alerta de que el 65% de estas mujeres encuentra dificultades para llegar a fin de mes. De hecho, 3 de cada cuatro madres solas ha tenido que reducir gastos fijos de la casa y el 37,8% no puede mantener el hogar a una temperatura adecuada.El principal responsable de este elevado riesgo de pobreza es el desempleo: su mantenimiento prolongado en el tiempo conduce inevitablemente a la exclusión social. En el caso de las mujeres al frente de una familia monoparental, un 51% se encuentra desempleada o trabaja en la economía sumergida. Concretamente, un 33% no tiene ocupación, mientras que el otro 18% afirma estar empleada, pero sin contrato: un 11% de estas últimas está apuntada en los registros de desempleo (figurando por tanto, como desempleada), mientras que el otro 7% no se ha inscrito en el paro, por diferentes circunstancias (desmoralización, situación de irregularidad, etc).
Del total de desempleadas inscritas como demandantes de empleo (41%), sólo un tercio (33%) percibe algún tipo de prestación, mientras que el 67% restante ya ha agotado todas las posibles ayudas o no tiene derecho a las mismas.
Desempleo de larga duración y trabajos sin contrato
El desempleo tiende a cronificarse en el caso de las mujeres “monomarentales”. Las cifras hablan solas: un 53% supera los 2 años de búsqueda de empleo mientras que un 16% lleva entre 1 y 2 años desempleada. En total, casi 7 de cada 10 (69%) es desempleada de larga duración, cifra 15 puntos porcentuales superior a la del resto de las mujeres (55%).
Este desempleo estructural es el que, precisamente, conduce a las mayores situaciones de riesgo de pobreza y exclusión social, debido a la ausencia prolongada de ingresos económicos.
Flexibilizar el mercado y políticas activas de empleo
Según Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco: “el desempleo de larga duración es un indicador del elevado riesgo de exclusión al que están expuestas estas mujeres, debido a “tics” culturales que se manifiestan en forma de prejuicios: se tiende a pensar que, por el cuidado de sus hijos, su compromiso con la empresa será menor y causarán mayor rotación y absentismo. Sin embargo, la tendencia es justo la contraria, pues precisamente por sus hijos, sabrán aprovechar la oportunidad laboral y su compromiso será doble”.
En la misma línea, Mesonero recalca que: “la exclusión de las “madres solas” del mercado supone una inmensa pérdida de competitividad para nuestra economía. La solución pasa por flexibilizar el mercado, reforzando las medidas de conciliación especialmente en aquellos sectores que tradicionalmente emplean más a mujeres, como los servicios o la hostelería: racionalizar entradas y salidas, facilitar la recuperación de horas, el teletrabajo… de modo que ser mujer “monomarental” sea perfectamente compatible con el cumplimiento del horario de trabajo. Sólo así, la condición de madre sola dejará de ser objeto de debate en las entrevistas de trabajo y saldremos del bucle de discriminación en el que seguimos inmersos”.
Asimismo, Mesonero recalca que: “estos prejuicios coexisten, en ocasiones, con una inadecuación de las competencias profesionales con las demandas del mercado, por lo que es esencial apostar por políticas activas de empleo que les acerquen las exigencias del mercado laboral, mediante formación específica en los sectores y puestos en auge”.
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