La creatividad no es patrimonio exclusivo de artistas y profesionales del mundo de la publicidad. Todos y cada uno de nosotros podemos aplicar la creatividad en todos los ámbitos de la vida para multiplicar nuestras opciones, solucionar cualquier tipo de problema y encontrar salidas a cada situación que probablemente nunca hubiéramos imaginado. Se trata en definitiva de aplicar un tipo de inteligencia que nos ayuda a salir adelante sin necesidad de seguir los caminos marcados por otros y sin temor al fracaso. «La persona creativa es alguien que asume riesgos, no tiene miedo a equivocarse y es capaz de aprender de sus errores», tal y como lo define Robert J. Stenberg.
Al contrario de lo que muchos piensan, la creatividad no es solamente la capacidad de producir nuevas ideas, sino más bien un proceso que requiere el equilibrio y la aplicación de tres aspectos fundamentales de la inteligencia: creativa, analítica y práctica. Siendo el más importante la inteligencia creativa, es decir, la capacidad para ir más allá de lo dado y generar ideas nuevas e interesantes, pero no debemos olvidarnos de los otros dos aspectos. Consiste en relacionar ideas de forma novedosa buscando que el resultado de estas relaciones sea de utilidad.
Cuando nos encontramos ante una situación complicada, siempre aprendemos algo, creamos un camino neuronal en nuestro cerebro para que la próxima vez que tengamos que superar esa misma situación, sepamos cómo actuar. Por ejemplo, si la persona creativa ve que todo el mundo camina en una misma dirección, no se conforma con ella sin más, tomándola como la mejor simplemente porque es lo que hace todo el mundo. Al contrario, esto le da pie muchas veces a pensar que si todo el mundo va por eses camino, él debe ir al contrario. Decide ser independiente, incluso aunque las consecuencias puedan resultar negativas posteriormente.
El problema es que salirnos de los caminos habituales y hacer cosas nuevas no siempre resulta sencillo, por lo que pocas veces recurrimos a nuestra inteligencia creativa. ¿Cuánto tiempo dedicamos al día a pensar? Muchas veces estamos tan inmersos en nuestro día a día y estamos expuestos a tantas distracciones que ya ni encontramos el momento para ello. Debes saber que si la cuidamos y le prestamos atención, podemos obtener grandes ventajas. Esto no quiere decir que todos los días debamos tener ideas que vayan a cambiar el mundo, pero sí ideas que mejoren progresivamente nuestra vida diaria.
No obstante, este tipo de inteligencia no lo es todo y es aquí donde entran en juego los otros dos aspectos ya citados. La inteligencia analítica que nos capacita para analizar y evaluar ideas, resolver problemas y tomar decisiones, y la inteligencia práctica que nos capacita para traducir la teoría en la práctica y las teorías abstractas en realizaciones prácticas.
La persona que se destaca por la inteligencia creativa es capaz de producir ideas innovadoras, pero no reconocer cuáles son buenas ni sabe venderlas. La persona que solamente destaca por la inteligencia analítica, puede esbozar críticas muy buenas sobre las ideas de otros, pero posiblemente no sepa generar ideas nuevas por sí misma. En una empresa, por ejemplo, la inteligencia analítica es muy importante para conocer el mercado, pero es la creativa la que permite crear nuevos productos originales para ponerlos a la venta. Por último, la persona que destaca por la inteligencia práctica suele tener una gran capacidad para vender sin importar si se trata de ideas de poco valor o realmente creativas.
Así pues, para promover la creatividad es importante saber encontrar el equilibrio entre estas tres habilidades. El secreto de una Inteligencia Exitosa, capaz de desarrollar las habilidades necesarias y de aplicarlas en el momento oportuno. Aunque obviamente nadie es bueno en todo y la inteligencia exitosa puede darse en unos terrenos y no en otros. Por eso es importante conocer bien nuestras fortalezas y debilidades para sacar el máximos provecho a aquello para lo cual nuestras ideas son buenas. Las personas con inteligencia exitosa conocen sus virtudes y compensan o corrigen sus puntos débiles. Saben valorar el entorno en el que se mueven para sacar el máximo partido a su talento. Además, no solamente buscan ambientes en los que puedan trabajar con eficacia, sino que también saben marcar la diferencia creando sus propias oportunidades antes de resignarse a los problemas y limitaciones de las situaciones que les han tocado vivir. Con lo cual, también libran sus batallas, pero primero eligen con cuidado que batallas merece la pena pelear.
De esta forma, las personas con inteligencia exitosa desafían a las expectativas negativas y no permiten que lo que puedan decir o pensar otras personas les impidan alcanzar sus metas. Simplemente encuentran su camino y lo siguen, conscientes de que a lo largo del mismo se encontrarán con algunos problemas y que parte de su reto es superarlos. Son autosuficientes, confían en sus ideas y en sus posibilidades y saben que sus limitaciones se las imponen ellos mismos y no el mundo.
Para seguir avanzando en su camino, suelen tener modelos a los que les gustaría imitar como personajes famosos de la historia que han conseguido grandes logros gracias a sus ideas y formas de pensar. Además, estos modelos pueden ir variando a lo largo de la vida, según aquellos que nos inspiren más en cada momento. Así pues, su propio éxito se convierte en la conjunción de las mejores cualidades de distintos modelos, formando una identidad distintiva de sí mismos.
Pero, ¿cuándo saber que hemos tenido una idea original? Las ideas nacen sin terminar, así que es importante estar atentos para valorar su potencial y no acabar con ellas antes de que den sus frutos. Un punto que tienen en común todas estas ideas es que no dejan indiferente a nadie, esas ideas que cuando nos surgen todo parece encajar en nuestra mente, nos sentimos invadidos por un sentimiento de euforia y todo el universo parece hablarnos para decirnos «Esa es la idea»… y cuando se la contamos a los demás nos dicen «¡Es una locura!».
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